La Biblioteca Brutalista de Buenos Aires
“De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Solo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”, afirmaba el gran escritor argentino Jorge Luis Borges. El que fuera director de la Biblioteca Nacional de Argentina entre 1955 y 1973 otorgaba tanto valor a la lectura que prefería definirse más por aquello que había leído que por las obras que había escrito.
La biblioteca más importante del país, fundada el 13 de septiembre de 1810, está ubicada actualmente en un edificio que no deja indiferente a nadie en el barrio de Recoleta de Buenos Aires. Construido a partir de un proyecto de los arquitectos Clorindo Testa, Francisco Bullrich y Alicia Cazzaniga, con una fachada de hormigón armado a la vista, su gigantesca estructura sorprende a primera vista por su estilo brutalista. Una encuesta publicada el año pasado en el suplemento de arquitectura del diario Clarín situaba a este edificio, simultáneamente, como el cuarto más "lindo" y el segundo más "feo" de la ciudad.
Al traspasar la entrada y acceder a las salas de lectura, los visitantes se maravillan por los enormes fondos que la institución atesora. Centinela de la cultura argentina, la Biblioteca Nacional de Buenos Aires almacena más de 800.000 obras, catálogo que cuenta también con autores foráneos. Además de varias salas de lectura –incluida una especial para invidentes–, el edificio dispone de una hemeroteca, salas de exposiciones, auditorio, audioteca y mediateca, fototeca, mapoteca, la Escuela de Bibliotecarios o el Museo del libro y la lengua. Y también la Sala del Tesoro, donde se conservan documentos de gran valor histórico de la época colonial y del posterior período revolucionario.
Deslumbrante por dentro y por fuera, la visita a la biblioteca merece la pena también por su entorno arquitectónico: a solo 300 metros puede contemplarse el monumental edificio de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires; a su izquierda llama la atención la Floralis Genérica, una gran escultura de acero (pesa 18 toneladas y mide 23 metros) que representa una flor de seis pétalos y fue obsequiada a la ciudad por el arquitecto Eduardo Catalano; y al frente se encuentra la bonita Plaza Francia, rodeada de bares y cafés, punto de encuentro de artesanos y artistas callejeros.
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