El día de Iker



Caminaba el seleccionador Del Bosque por las entrañas del Arena Fonte Nova de Salvador de Bahía, de vuelta al vestuario desde la sala de prensa, roto, hundido, dolorido como nunca tras haber asistido a la descomposición de un equipo que por querer ser lo que siempre fue, perdió el norte y se precipitó al abismo, suicidándose en su propia sinrazón. Iba el hombre con Paloma Antoranz, la responsable de prensa de la federación, cavilando qué decirle a los chavales para tratar de levantarles el ánimo, consciente de que el grupo le necesitaba, que aquello era un funeral, que estaban rotos, destrozada su autoestima, aniquilado el ánimo y, probablemente, llenos de dudas. Pero cuando llegó, se encontró una escena que le reconfortó, que le recordó quién es y qué representa Iker Casillas para este grupo y para el fútbol español.
Ayer lo explicó en la comparecencia ante los medios de comunicación que convirtió en una lección de cómo debe afrontar en público un entrenador una situación como la que atraviesa el equipo español. Con la esperanza de no estar saltándose ningún código, consciente de que tal vez a Iker no le haga mucha gracia que se supiera lo acontecido en el vestuario que ocuparon los 23 seleccionados, Del Bosque se explicó al dar razón del estado anímico de Casillas: “Iker dio una prueba de su capitanía después del partido. Cuando llegué de la rueda de prensa al vestuario, estaba hablando con todos, que le escuchaban en un silencio solemne y, aunque se estaba inculpando, estaba también poniendo la base de la rehabilitación del equipo porque sabe que hay mucha gente que está detrás de nosotros. Cuando llegué, estaba al final de su discurso, muy positivo, majo y útil”.
Al irse del vestuario, Del Bosque dejó la estela de una frase: “De peores hemos salido”
Lo cierto es que en un vestuario aniquilado por el tremendo impacto de la goleada recibida, se miraron Iker y Xavi, líderes de un equipo que ha sabido ganar y que supo perder, y entendieron que algo debían hacer. Y Casillas dio el paso y tomó la palabra. Primero pidió perdón a los compañeros por sus errores, que aceptó con la humildad de un grande, les recordó que el Mundial acababa de empezar y que nada estaba perdido, que todo estaba en sus manos y que sólo tenían un camino: levantarse y pelear por ellos, y por los que siempre habían creído en ellos, dejarse la piel y el alma en intentarlo, aprender la lección y volver a pelear.
Casillas les recordó que para ninguno de ellos el camino había sido fácil. Y el equipo, poco a poco, se puso de pie y unos a otros se fueron poniendo titiritas en el alma. Muchos recordaron entonces el mensaje que Víctor Valdés le había mandado al seleccionador un par de días antes del partido y que Del Bosque pensaba leerles en la charla, pero que al final les hizo llegar de forma individual, un mensaje de apoyo a un grupo de amigos que ayer volvió a trabajar en Curitiba con el orgullo herido, pero consciente de que Casillas les había dado otra lección de capitán el día que más lo necesitaban, el día que Holanda les había dado un meneo. Al irse, dejó la estela de una frase: “De peores hemos salido”.

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